sábado, 12 de diciembre de 2009

Travesía por el Amazonas


A BORDO DE UN BARCO-HOSPITAL

En el año 1994 la organización humanitaria Médicos Sin Fronteras fletó un barco, bautizado en lengua cocama como IGARA UKA, que recorría los ríos de la amazonia peruana con dos objetivos: prestar asistencia primaria y, sobretodo, capacitar monitores de salud a las comunidades que lo solicitaron, para paliar algunas de las enfermedades endémicas de la región.

Para determinar sobre el terreno las necesidades de las comunidades ribereñas, dos miembros de esta organización, ambos del sexo femenino, recorrieron los principales ríos que confluyen en el Amazonas en la provincia de Requena: el Puinahua, el Ucayali, el Maquia, el Juanache, el Tapiche y el río Blanco, a bordo de una pequeña embarcación algo mayor que las diminutas canoas "peque-peque", típicas de la amazonia peruana y denominadas de esa manera por el característico ruido de su motor de cuatro tiempos.

Aquella primera travesía, sin duda, tuvo que ser épica para las dos valerosas mujeres que se aventuraron con las reservas alimenticias justas -estrictamente las que pudieron meter en la lancha- navegando por aguas contaminadas, agobiadas durante toda la jornada por los mosquitos y carentes de techo estable en una región de lluvias torrenciales. En el país de las "chalapas", Sonsoles Martín (en la foto de más abajo, palmeando mosquitos) y Mirian de León se salieron con la suya, consiguieron preparar un mapa logístico y sentaron las bases de un proyecto que cristalizaría en forma de barcaza: el IGARA UKA, que en cocama podría traducirse como "canoa-casa". Objetivo fundamental: promover la salud en un área de 35.000 kilómetros cuadrados con una población muy dispersa estimada en 23.000 habitantes, agrupadas en comunidades de un centenar de miembros de promedio.

Y ahí estaba yo, tomando el sol en la travesía entre poblado y poblado, mirando el cielo, el Amazonas, y pensando en lo afortunado que era por tener una profesión que, con una cámara al cuello, me permitía compartir una experiencia excepcional con esos cooperantes tan valerosos. Me acompañó mi colaborador Vicenç Fenollosa, que más adelante fue un gran fotógrafo de prensa en Ibiza. Un texto extraído de mi diario de a bordo os dará una idea más aproximada que mis recuerdos, quince años más tarde:

“La vida transcurre volando en el IGARA UKA. De vez en cuando rompen la monotonía de la travesía improperios dirigidos principalmente a los zancudos. En ocasiones ni siquiera cumplimos con la única comida del día: conversaciones con los promotores de salud, repasar uno por uno los casos que han acontecido, enseñarles a hacerlo mejor si es que erraron el tratamiento, animarles en los aciertos, insistir en que dejen constancia escrita de sus prescripciones, reunir y supervisar el comité de salud, agrupar a la comunidad para aconsejarles, hacerles donación de un primer botiquín y, sobretodo, concienciarles del valor de los medicamentos para que cuando MSF o cualquier otra organización se marche, dispongan de autonomía propia y aprendan a financiar por ellos mismos sus necesidades sanitarias. Todos los días hay consultas médicas, servicios de urgencias y, para acabar de completar cada parada, encuestas a la población que serán analizadas por la noche en el barco, al igual que las muestras de tejido enfermo recogidas para estudiarlas en el microscopio de a bordo, bajo el aleteo infernal de millones de insectos empeñados en quedarse para siempre enredados en la cabellera de la tripulación.

Existen muchas supersticiones en el Amazonas. Tierra de pescadores, matarifes y brujos, de misioneros, charapas, médicos y otras prosapias, no todo son seres de carne y hueso para los habitantes de la selva. Pueblan también estos ríos otros sujetos, orígenes de sabrosas leyendas, algunos reales y los más, imaginarios. Existe, por ejemplo, una variedad de delfines de color rosa, los "buceos", causantes de mal de ojo o, como dicen en la región, que "cutipan"; como cutipan también las sirenas del Amazonas o el "yacuruna". Cutipan las fieras del monte, los ronsocos, los pelejos, los vampiros, los tigres, los chullachaquis... pero son los sonidos del "tunchi" y, sobretodo, del "maligno", los murmullos procedentes del río que aterrorizan a la población”.

Cuando regresé a Barcelona, Médicos Sin Fronteras organizó una pequeña exposición con mi trabajo. La mala noticia fue que ningún editor quiso ver mi trabajo cuando les decía que era en blanco y negro; a pesar que se proyectó en VISA POUR L’IMAGE, un privilegio y una prueba de calidad que pocos reportajes consiguen entre los miles y miles de propuestas que recibe Jean François Leroy todos los años. “A los lectores les gustan las fotos en color” – se justificaban.

Y para rematar la mala suerte, la razón inicial por la que hice este reportaje que no era otra que un proyecto de libro con el que celebrar el 25 Aniversario de Médicos Sin Fronteras, se fue al garete. La razón la he sabido hace justo una semana, pero ese ya es otro relato, que lo encontraréis en mi blog personal. También podéis ver más fotografías en mi web, en el apartado "Amazonia Peruana".

domingo, 6 de diciembre de 2009

Caminos del Rocío

UN REPORTAJE ENTRE BUENOS AMIGOS

Decidí emprender este tema como un ejercicio personal. Me explico. En fotoperiodismo, habitualmente, trabajas en espacios cerrados: habitaciones, edificios, pequeños locales, tramos muy concretos de calle… pero tenía pendiente el reto de enfrentarme a grandes espacios. Habida cuenta que al Rocío concurrían por aquel entonces unas cien Hermandades desde diferentes puntos de la península, la romería era el campo de ensayo ideal para dormir en tiendas de campaña, caminar horas, trabajar con un equipo liviano y enfrentarme a cientos de hectáreas de extensión (y nubes de polvo) equipado con un par de ligeras Leica y dos objetivos: un 28 y un 35 mm.

Hice en total tres viajes. En el primero conocí al gran reportero Luís de Vega, corresponsal de ABC en África. Un gigante como persona, como amigo, como fotógrafo, como narrador de chistes y como escritor. Posee uno de los blogs más interesantes que conozco, especialmente por sus historias marroquíes. Un país tan próximo y desconocido para nosotros. Luís es el único que ha conseguido publicar un maravilloso libro sobre el Rocío, con impresionantes imágenes en blanco y negro que certifica su maestría como fotógrafo.

El segundo viaje lo hice en compañía del que era por aquel entonces mi ayudante Vicenç Fenollosa. Tras muchos años ejerciendo la fotografía se encuentra más cómodo en los estudios radiofónicos de Onda Cero en Ibiza. Ya se sabe, la fotografía profesional, tal como la hemos conocido hasta ahora, está en plena transformación. En esta ocasión quedé con Luís en la población de Almonte. Me encontraba parado en una esquina para tomar la foto de más abajo. Viendo que llegaría tarde a la cita, le rogué a Vicenç que avisara a Luís de mi retraso. Lo encontró justo cuando un amigo, que iba con él, comentaba: “Hay un joputa en la esquina con dos Leicas…”. Luís, apercibido que Vicenç había escuchado sus palabras contestó sin inmutarse: “Sí, el amigo de éste”.

Valga este párrafo para felicitar a Leica por la mejor campaña de marketing de todos los tiempos. Publicar un montón de fotos excelentes de grandes maestros con el eslogan: “Hecho con Leica” ha conseguido incrustar en el cerebro de muchas personas la conclusión de que, si usas esta cámara, obtienes los mismos resultados que ellos. Quizás más limitadito, yo tardé tres años en tomarle el tranquillo. Eso sí, he oído muchas veces la frase: "con lo que vale esta cámara, yo también haría buenas fotos".

En mi tercera escapada se incorporaron otros dos fotógrafos de lujo: Txema Salvans y Rosina Ramírez. Llegamos al Rocío atravesando el Parque de Doñana, con las ruedas desinfladas para andar sobre las dunas. Los otros dos años habíamos hecho el camino siguiendo la ruta de Huelva y Sevilla respectivamente. A Rosina, por ejemplo, le robaron la cartera dentro de la ermita del Rocío, aprovechando el desbarajuste que sigue al rapto de la virgen.


Aparte de lo que aprendí como fotógrafo en estos tres viajes, mi táctica para financiar los gastos de producción del reportaje fue, cada año, publicarlo en una revista de mayor difusión. El primero el tema apareció en una revista corporativa. Con el dinero que me pagaron, financié el segundo viaje y publiqué el tema en Altair, usando fotografías de los dos reportajes. Con las ganancias pude pagar la tercera “expedición” y el tema apareció tanto en Viajar como en “El Magazine”, ahora con tres años de imágenes. Cuando no se nace con recursos hay que constreñir el cerebro para conseguir buenos resultados; una estrategia todavía vigente y que me parece fundamental en este oficio.