domingo, 22 de marzo de 2009

¡ FOTÓGRAFO DE VIAJES !




A principios de los noventa empezó lo que sería para mí la mejor escuela de fotografía de viajes posible, por mi poca experiencia: colaborar con RONDA IBERIA. Mi compañera -y eterna representante- Anna Oliver, pidió una cita con Damián García-Puig para mostrarle mi trabajo. No había mucho todavía: paisajes de Banyoles y campesinos de la Garrotxa. Esta combinación de retratos y naturaleza convenció al entonces jefe de arte del grupo Zeta y me recomendó como colaborador a Montse Fernández, la directora de la revista.

Un buen día me llamó José María de la Torre, que pasados 18 años todavía está en la redacción, y escuché las palabras más bellas que fotógrafo novel alguno pueda oir: “¿Te apetecería ir a….? La revista facilitaba película, asumía los gastos de revelado y, en el paquete, también incluía el hotel, un vehículo ¡e incluso honorarios!.

Mi primer encargo fue “La ría de Vigo”. Atendiendo a la ley de Murphy, aquella semana diluvió sin parar todos y cada uno de los días. Sólo unas pocas horas cesó la lluvia. Fueron tales los aguaceros que cayeron que, probablemente, yo debía ser el único ingenuo que conducía, arriba y abajo, a la búsqueda de una triste foto de alguien paseando sin paraguas bajo el diluvio que caía.

Cuando regresé, con las pocas imágenes que invitaban a pasear junto a la espléndida ría y la acogedora ciudad de Vigo, adjunté con mis fotos una colección de recortes de los boletines meteorológicos de la zona. Certificaban que los elementos habían sido hostiles.

Por suerte el director de arte encontró razonable la calidad de las imágenes, a la vista de los catastróficos informes de la prensa gallega, y tuve una nueva oportunidad: Barcelona-92. El tiempo me fue más favorable e incluso le saqué juego a los nubarrones que se cernían sobre la Sagrada Familia.

Cuatro años duró la relación con RONDA IBERIA hasta que, tras unos desastrosos resultados de la compañía debido a la crisis económica de mediados de los noventa, alguna sesuda mente decidió que, la manera de compensar los millones de pérdidas que tenía la compañía, era cesar los encargos a los fotógrafos y despedir a la directora.

La revista se autofinanciaba de sobra con la publicidad e incluso dejaba beneficios a Iberia. Pero como hay ejecutivos que, de entrada, justifican los desmesurados sueldos que perciben despidiendo empleados y recortando “gastos superfluos”, las altas instancias de la compañía aérea, recién fichadas para que despegara de la crisis, acabaron con mi colaboración (y con la de los demás fotógrafos) con RONDA. La publicidad ha caído y ahora esas cosas que cuento suenan a batallitas del abuelo Cebolleta. 

Como explicaba en mi entrada "El Gran Premio Mexicano" lo bueno de la prensa española es que te trata con un cariño exagerado… Por suerte ya había adquirido el bagaje suficiente para enfrentarme a colaboraciones más ambiciosas. Y mi experiencia profesional se enriqueció a velocidad crucero, ¡aunque ya nunca a la de los aviones de Iberia!.


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