
En este blog suelo comentar detalles y vicisitudes sobre reportajes que ya están publicados, pero hoy no he podido resistir la tentación de mostrar esta fotografía, tomada ayer en pleno Carnaval.
Vicky y Amber padecen una grave enfermedad. La Fundación Enriqueta Villavecchia nos ha encargado al periodista Jordi Rovira y a mí, que trabajemos en un libro que se publicará a finales de año, coincidiendo con el veinte aniversario de esa entidad. Será la segunda parte de "El Futur Existeix", fotos colgadas en mi web (Ver: Medicina).
¿Por qué este libro? Esperamos que sirva para informar, para explicar con imágenes y palabras sencillas a los familiares de los niños qué es y cómo se combate el cáncer. Para mostrar a la sociedad los avances que la medicina ha conseguido en los últimos veinte años, y recordar el camino que todavía queda por delante y los problemas que aún tenemos que solventar. En resumen, una combinación de optimismo y de obligaciones.
Y ahí nos tenéis a Jordi y a mí, con nuestras mejores intenciones, derrochando cordialidad por fuera para cumplir con nuestro trabajo de informadores.
Solo me gustaría deciros que para los familiares de los niños, para los profesionales de la sanidad, para los voluntarios, los maestros, los trabajadores de la Fundación y para nosotros mismos, es muy duro. Todos intentamos cumplir de la mejor manera posible con nuestro trabajo. El objetivo es curar a esos niños y que, suceda lo que suceda, tengan una calidad de vida tan óptima como sea posible.
A menudo trabajas con el corazón encogido cuando tomas fotografías como las de ayer.
Pero es Carnaval (Carnestoltes en catalán) y hay que celebrarlo. Blancanieves y Cenicienta viven en las cámaras de aislamiento. Dos ángeles en el hospital de Sant Pau.
Vicky con el periodista Jordi Rovira
En marzo de 1990, cuando la guerra de los Balcanes se acababa, El País Semanal nos envió a Jesús Rodríguez y a mí a Sarajevo para que hiciéramos, entre otros, un reportaje sobre Carlos Westendorp. En pocas palabras resumiré la situación: Carlos era el Alto Comisionado de las Naciones Unidas y trabajaba en una constitución y una bandera para Bosnia-Herzegovina, que debía ser aceptada por los tres bandos contendientes. ¡Ahí es nada!
Westendorp mediaba con los líderes de las distintas facciones y, para ganar tiempo, solía usar un helicóptero de la OTAN tripulado por alemanes. En una hora llegábamos, por ejemplo, a la República Srpska, para negociar con Biljana Plavsic, que actualmente cumple condena en Suecia por su responsabilidad por crímenes de guerra. El peligro era constante. La semana anterior habían derribado un helicóptero como el nuestro y murieron varios colaboradores de Westendorp. Nunca me han gustado demasiado los helicópteros y, en esta ocasión, reconozco que volé por pura profesionalidad. O eso, o me quedaba sin las fotos.
Sin embargo la historia que quería contar es otra: llegamos desde Mostar en autobús con Jesús y fuimos directamente al Cuartel General de las Naciones Unidas. Al cabo de un par de horas de espera, aislados en un despacho, la secretaria nos avisó que Westendorp estaba listo para una sesión de fotos.
