sábado, 12 de diciembre de 2009

Travesía por el Amazonas


A BORDO DE UN BARCO-HOSPITAL

En el año 1994 la organización humanitaria Médicos Sin Fronteras fletó un barco, bautizado en lengua cocama como IGARA UKA, que recorría los ríos de la amazonia peruana con dos objetivos: prestar asistencia primaria y, sobretodo, capacitar monitores de salud a las comunidades que lo solicitaron, para paliar algunas de las enfermedades endémicas de la región.

Para determinar sobre el terreno las necesidades de las comunidades ribereñas, dos miembros de esta organización, ambos del sexo femenino, recorrieron los principales ríos que confluyen en el Amazonas en la provincia de Requena: el Puinahua, el Ucayali, el Maquia, el Juanache, el Tapiche y el río Blanco, a bordo de una pequeña embarcación algo mayor que las diminutas canoas "peque-peque", típicas de la amazonia peruana y denominadas de esa manera por el característico ruido de su motor de cuatro tiempos.

Aquella primera travesía, sin duda, tuvo que ser épica para las dos valerosas mujeres que se aventuraron con las reservas alimenticias justas -estrictamente las que pudieron meter en la lancha- navegando por aguas contaminadas, agobiadas durante toda la jornada por los mosquitos y carentes de techo estable en una región de lluvias torrenciales. En el país de las "chalapas", Sonsoles Martín (en la foto de más abajo, palmeando mosquitos) y Mirian de León se salieron con la suya, consiguieron preparar un mapa logístico y sentaron las bases de un proyecto que cristalizaría en forma de barcaza: el IGARA UKA, que en cocama podría traducirse como "canoa-casa". Objetivo fundamental: promover la salud en un área de 35.000 kilómetros cuadrados con una población muy dispersa estimada en 23.000 habitantes, agrupadas en comunidades de un centenar de miembros de promedio.

Y ahí estaba yo, tomando el sol en la travesía entre poblado y poblado, mirando el cielo, el Amazonas, y pensando en lo afortunado que era por tener una profesión que, con una cámara al cuello, me permitía compartir una experiencia excepcional con esos cooperantes tan valerosos. Me acompañó mi colaborador Vicenç Fenollosa, que más adelante fue un gran fotógrafo de prensa en Ibiza. Un texto extraído de mi diario de a bordo os dará una idea más aproximada que mis recuerdos, quince años más tarde:

“La vida transcurre volando en el IGARA UKA. De vez en cuando rompen la monotonía de la travesía improperios dirigidos principalmente a los zancudos. En ocasiones ni siquiera cumplimos con la única comida del día: conversaciones con los promotores de salud, repasar uno por uno los casos que han acontecido, enseñarles a hacerlo mejor si es que erraron el tratamiento, animarles en los aciertos, insistir en que dejen constancia escrita de sus prescripciones, reunir y supervisar el comité de salud, agrupar a la comunidad para aconsejarles, hacerles donación de un primer botiquín y, sobretodo, concienciarles del valor de los medicamentos para que cuando MSF o cualquier otra organización se marche, dispongan de autonomía propia y aprendan a financiar por ellos mismos sus necesidades sanitarias. Todos los días hay consultas médicas, servicios de urgencias y, para acabar de completar cada parada, encuestas a la población que serán analizadas por la noche en el barco, al igual que las muestras de tejido enfermo recogidas para estudiarlas en el microscopio de a bordo, bajo el aleteo infernal de millones de insectos empeñados en quedarse para siempre enredados en la cabellera de la tripulación.

Existen muchas supersticiones en el Amazonas. Tierra de pescadores, matarifes y brujos, de misioneros, charapas, médicos y otras prosapias, no todo son seres de carne y hueso para los habitantes de la selva. Pueblan también estos ríos otros sujetos, orígenes de sabrosas leyendas, algunos reales y los más, imaginarios. Existe, por ejemplo, una variedad de delfines de color rosa, los "buceos", causantes de mal de ojo o, como dicen en la región, que "cutipan"; como cutipan también las sirenas del Amazonas o el "yacuruna". Cutipan las fieras del monte, los ronsocos, los pelejos, los vampiros, los tigres, los chullachaquis... pero son los sonidos del "tunchi" y, sobretodo, del "maligno", los murmullos procedentes del río que aterrorizan a la población”.

Cuando regresé a Barcelona, Médicos Sin Fronteras organizó una pequeña exposición con mi trabajo. La mala noticia fue que ningún editor quiso ver mi trabajo cuando les decía que era en blanco y negro; a pesar que se proyectó en VISA POUR L’IMAGE, un privilegio y una prueba de calidad que pocos reportajes consiguen entre los miles y miles de propuestas que recibe Jean François Leroy todos los años. “A los lectores les gustan las fotos en color” – se justificaban.

Y para rematar la mala suerte, la razón inicial por la que hice este reportaje que no era otra que un proyecto de libro con el que celebrar el 25 Aniversario de Médicos Sin Fronteras, se fue al garete. La razón la he sabido hace justo una semana, pero ese ya es otro relato, que lo encontraréis en mi blog personal. También podéis ver más fotografías en mi web, en el apartado "Amazonia Peruana".

domingo, 6 de diciembre de 2009

Caminos del Rocío

UN REPORTAJE ENTRE BUENOS AMIGOS

Decidí emprender este tema como un ejercicio personal. Me explico. En fotoperiodismo, habitualmente, trabajas en espacios cerrados: habitaciones, edificios, pequeños locales, tramos muy concretos de calle… pero tenía pendiente el reto de enfrentarme a grandes espacios. Habida cuenta que al Rocío concurrían por aquel entonces unas cien Hermandades desde diferentes puntos de la península, la romería era el campo de ensayo ideal para dormir en tiendas de campaña, caminar horas, trabajar con un equipo liviano y enfrentarme a cientos de hectáreas de extensión (y nubes de polvo) equipado con un par de ligeras Leica y dos objetivos: un 28 y un 35 mm.

Hice en total tres viajes. En el primero conocí al gran reportero Luís de Vega, corresponsal de ABC en África. Un gigante como persona, como amigo, como fotógrafo, como narrador de chistes y como escritor. Posee uno de los blogs más interesantes que conozco, especialmente por sus historias marroquíes. Un país tan próximo y desconocido para nosotros. Luís es el único que ha conseguido publicar un maravilloso libro sobre el Rocío, con impresionantes imágenes en blanco y negro que certifica su maestría como fotógrafo.

El segundo viaje lo hice en compañía del que era por aquel entonces mi ayudante Vicenç Fenollosa. Tras muchos años ejerciendo la fotografía se encuentra más cómodo en los estudios radiofónicos de Onda Cero en Ibiza. Ya se sabe, la fotografía profesional, tal como la hemos conocido hasta ahora, está en plena transformación. En esta ocasión quedé con Luís en la población de Almonte. Me encontraba parado en una esquina para tomar la foto de más abajo. Viendo que llegaría tarde a la cita, le rogué a Vicenç que avisara a Luís de mi retraso. Lo encontró justo cuando un amigo, que iba con él, comentaba: “Hay un joputa en la esquina con dos Leicas…”. Luís, apercibido que Vicenç había escuchado sus palabras contestó sin inmutarse: “Sí, el amigo de éste”.

Valga este párrafo para felicitar a Leica por la mejor campaña de marketing de todos los tiempos. Publicar un montón de fotos excelentes de grandes maestros con el eslogan: “Hecho con Leica” ha conseguido incrustar en el cerebro de muchas personas la conclusión de que, si usas esta cámara, obtienes los mismos resultados que ellos. Quizás más limitadito, yo tardé tres años en tomarle el tranquillo. Eso sí, he oído muchas veces la frase: "con lo que vale esta cámara, yo también haría buenas fotos".

En mi tercera escapada se incorporaron otros dos fotógrafos de lujo: Txema Salvans y Rosina Ramírez. Llegamos al Rocío atravesando el Parque de Doñana, con las ruedas desinfladas para andar sobre las dunas. Los otros dos años habíamos hecho el camino siguiendo la ruta de Huelva y Sevilla respectivamente. A Rosina, por ejemplo, le robaron la cartera dentro de la ermita del Rocío, aprovechando el desbarajuste que sigue al rapto de la virgen.


Aparte de lo que aprendí como fotógrafo en estos tres viajes, mi táctica para financiar los gastos de producción del reportaje fue, cada año, publicarlo en una revista de mayor difusión. El primero el tema apareció en una revista corporativa. Con el dinero que me pagaron, financié el segundo viaje y publiqué el tema en Altair, usando fotografías de los dos reportajes. Con las ganancias pude pagar la tercera “expedición” y el tema apareció tanto en Viajar como en “El Magazine”, ahora con tres años de imágenes. Cuando no se nace con recursos hay que constreñir el cerebro para conseguir buenos resultados; una estrategia todavía vigente y que me parece fundamental en este oficio.



viernes, 20 de noviembre de 2009

Delicias Finlandesas

JUGANDO CON LAS DOMINANTES

Aprovechando que este mes la revista Offarm publica mi reportaje sobre el Círculo Polar Ártico y que se aproximan las navidades, quizás sea un momento idóneo para hablar de fotografía bajo cero…

Y no es que esté hablando del momento económico que vivimos en la profesión, si no de cómo, ataviado como una cebolla, pasé doce horas montado (por primera vez en mi vida) en una moto de nieve, para visitar hoteles de hielo que se inauguran con las nieves más asentadas de diciembre y se funden a mediados de abril. La excursión en moto me dejó, aparte de varios trompazos de campeonato, una tendinitis que arrastro desde hace tres años y que me produce una eventual cojera cuando camino. ¡Gajes del oficio! Más cómodo fue viajar en rompehielos.

Lo que os quería comentar de este reportaje es un tema que surge a menudo en mis talleres. Acostumbrado a la película calibrada para luz de día, cuando trabajo en digital prefiero que la cámara actúe también de esta manera. Nunca en automático. Si deseo eliminar la dominante, tiempo tendré en el ordenador para aplicar el software necesario. Pero no quiero que la cámara decida por mí el aspecto que persigo en mis fotografías ¿Por qué? La razón es que me gusta que las dominantes de la luz, tanto natural como artificial, proporcionen una cierta personalidad a mis imágenes.

Siendo blancos, tanto el hielo como la nieve, para darle un cierto contenido gráfico a los hoteles este planteamiento resultó especialmente efectivo.

¡Ah! Y un comentario final: protegido con trajes de neopreno, anorak de pluma, camisetas de felpa y todo lo que encontré en el armario para fotografiar entre 15 y 35 bajo cero… lo cierto es que nunca he pasado tanto calor como en aquellos cálidos interiores árticos en los que entrabas como si fueras el muñeco de Michelin. La noche salía por unos 300 € y no hay peligro de incendios.



sábado, 7 de noviembre de 2009

Un libro sobre Cuba


LA TIERRA MÁS HERMOSA

Cría fama, dicen. Y, a veces, funciona. Acababa de publicar un par de reportajes del Caribe y eso, por lo que se ve, fue suficiente para que se me etiquetara de “experto”. Un buen día recibí la oferta de colaborar en un libro producido por, Cubanacán, la oficina de promoción de Cuba. El proyecto era distribuir un ejemplar en oficinas de turismo de todo el mundo. Junto a otros tres fotógrafos dividimos la isla en cuatro partes y cada cual se encargó de la suya. A mí me tocó La Habana y Varadero.

Tomar fotografías en Cuba es fácil porque la gente es encantadora y la isla, a pesar de su estado ruinoso, mantiene un encanto del que, para mi gusto, carecen otros enclaves caribeños con influencias menos latinas. De manera no hay mucho que explicar sobre las imágenes. Sólo reseñar que, en Varadero, llovió sin cesar los diez días que permanecí “varado” en mi habitación. Ya se sabe que cuando un fotógrafo profesional trabaja sobre el terreno atrae tormentas, monzones o incluso, de vez en cuando, alguna que otra inundación. En otras crónicas os hablaré de metereología. El caso es que las imágenes de Varadero tuve que resolverlas en cuatro horas, el mismo día que salía mi avión de retorno a España.

Otra limitación que Cubanacán nos impuso a los fotógrafos fue la prohibición total que aparecieran imágenes con desconchados y edificios ruinosos. Lógico, vista la finalidad del libro.

Pero era una oportunidad excepcional para conocer Cuba y acepté el encargo. Con lo que no contaba fue que, para facilitar mi trabajo, el gobierno pondría a mi disposición una bella guía-acompañante, un chófer… y un impresionante Mercedes Benz blanco, modelo reciente de aquel año que, a mi pesar, consiguió que la gente se cagara nada más verme bajar de vehículo semejante. Los cubanos debían pensar que yo era el hijo de Fidel Castro.

Por descontado que con esas limitaciones pude obtener pocas imágenes espontáneas, pero también conté con la ventaja de acceso sin grandes problemas a la mayor parte de lugares que sugerí como, por ejemplo, la facultad de Bellas Artes, y pude volar en un desvencijado avión sobre Varadero. En contrapartida mi solicitud de conseguir algunas imágenes sobre santería nunca fue atendida con interés. Siempre surgía algún imprevisto que nos impidió acudir a la ceremonia prometida.

No fue un reportaje especialmente interesante pero aprendí algo que he verificado con el tiempo: cuando más limitaciones te imponen (o te auto-impones) en tu trabajo, peores son los resultados. Las listas de temas a fotografiar suelen ser un antídoto contra las buenas fotografías.

domingo, 4 de octubre de 2009

Accidentes de tráfico

DOS MANERAS DE ABORDAR UN MISMO TEMA

Además de un excelente profesional de la imagen en activo, Paco Elvira también fue un magnífico editor gráfico de la mítica revista PÚBLIC dirigida por Xavier Vinader. Esta publicación fue un vivero de grandes fotógrafos y apostó por el reportaje como ninguna otra revista española, aparte reportajes esporádicos aparecidos en algún dominical, lo hizo en las últimas décadas.

Me encargó que trabajara el tiempo que fuera preciso al lado de los profesionales que se movilizan cada vez que acaece un accidente de tráfico. Durante varios días pululé entre ambulancias, helicópteros, personal asistencial, bomberos, mozos de escuadra, servicios de urgencias de hospitales.

No vale la pena entrar en detalles sobre los insultos que me tragué de los mirones que se apostaban a ver con morbosa fruición la tragedia y que, cuando se percibían que tomaba fotos, me gritaban y me conminaban que me dedicara a ayudar, en lugar de hacer mi trabajo. ¿Se creían, acaso, que estaba allí por placer?

Tenía gracia que, precisamente, lo que yo fotografiaba, era lo que ellos estaban viendo. Pero con la particularidad que mis imágenes llegarían a miles, quizás millones, de personas. Y la razón no era de índole morbosa. Como siempre, se trataba de informar sobre los resortes que se ponen en marcha cuando un accidente se produce, tanto para homenajear a los profesionales que nos auxilian –una constante en mis temas de medicina- como para tocar la fibra de los conductores descerebrados. Una plaga que todos hemos padecido y que, me temo, continúan siendo los más inmunes a este tipo de avisos.

Al cabo de varios años el Magazine me dio un cometido parecido. Pero los tiempos habían cambiado. Ya no había presupuesto para largos seguimientos o quizás ya no estaban de moda. Me proporcionaron una serie de cartas que los lectores habían escrito –respondiendo a un llamamiento de la publicación, en busca de testimonios de familiares de fallecidos por accidentes de tráfico- y Manuel Prieto comentó: “Ahí tienes las direcciones. Hay gente de toda España. Contacta con media docena y les tomas fotografías. Su retrato aparecerá ilustrando sus testimonios”.

De manera que la segunda versión del reportaje ya no fue una crónica, si no una serie de retratos de personas que habían padecido una tragedia. La mayoría de los fotografiados lloró mientras rememoraban la experiencia y yo, con la máxima delicadeza que fui capaz (y con su consentimiento) fotografié discretamente ese momento íntimo.

Este tema inauguró, para mí, el despliegue de rostros con que se ilustran la mayoría de reportajes en la actualidad. Una producción más económica y que se materializa en un periodo más corto de tiempo. La productividad llegó, finalmente, al fotoperiodismo.

Uno de los mejores elogios de mi trabajo procede de Josep Carles Ríus, el entonces director del Magazine: “Felicidades –me dijo, después de ver las imágenes -era un encargo envenenado”.

Pero yo sigo prefiriendo el viejo estilo... participar en la acción para informar, aunque...

... la ambulancia en la que viajé tuvo un accidente al cabo de unos días en Lleida y sus ocupantes estuvieron de baja un año, recuperándose de las heridas. Todo conlleva su riesgo.

lunes, 7 de septiembre de 2009

Un ruego a mis lectores

CONCURSO DE GORDOS Y CABEZONES

Sí, ya sé que no muestro grandes fotos. Sólo quería comentar que, para tomarlas, he conducido en coche más de 2.500 kilómetros, nada más abandonar Perpignan y el Festival VISA POUR L'IMAGE. He regresado hace un par de horas.

Como quizás intuísteis en mi entrada anterior "El regreso de Rambo", trabajo en un proyecto sobre celebraciones peculiares. Busco situaciones divertidas.

Las fiestas patronales del barrio de la Coronada en la población extremeña de Villafranca de los Barros y su "Concurso de gordos y cabezones" era una tentación. Los premios no tienen desperdicio: el peso del ganador en vino y el perímetro del cráneo más generoso en lomo ibérico. A la hora de la verdad hubo muy pocos participantes. La mayoría -me dijeron- yacían en coma etílico, e indigestados tras la noche anterior. Se prepararon con demasiado entusiasmo.

De manera que no conseguí estrictamente lo que buscaba... pero confío que, si conocéis alguna fiesta de características curiosas, seáis tan amables de reseñarlo en el blog, o escribirme a:

tinosoriano@gmail.com

¡Muchas gracias por vuestra amable colaboración!

jueves, 20 de agosto de 2009

EL REGRESO DE RAMBO

En ocasiones los reportajes que hacemos están íntimamente ligados con la época del año. Agosto es muy especial en el Mediterráneo. A mediados de este mes, coincidiendo con las festividades de la Vírgen María, pasan cosas curiosas:

Así, en el pequeño pueblo de Llafranc, en la provincia de Girona, Rambo, el alter ego de Carles Bisbe, acude todos los años a salvar a la Humanidad. No llega solo. Además de la compañía de un ejército de bellas muchachas y de aguerridos soldados, Rambo también prepara 2.500 litros de combinado para satisfacer la sed de las miles de personas que se amontonan en esta playa de la Costa Brava para contemplar, en directo, el desembarco.

Tras la batalla empieza el espectáculo. Carles Bisbe prepara, a ritmo de una música trepidante, el famoso cóctel, legado de su tío "El gitano de la Costa Brava", con Cointreau, zumo de naranja, zumo de piña, todo tipo de frutas troceadas, cava catalán, unas gotas de angostura y licor de melocotón. El resultado es todavía más explosivo que los fuegos artificiales a su llegada...

La fiesta continúa hasta avanzada la madrugada animada por los músicos liberados por Rambo. El propietario del Hotel Llafranch suele organizar espectáculos basados en este personaje a lo largo del año; pero es coincidiendo con las fiestas de agosto que inunda literalmente de alcohol las inmaculadas aceras de este rincón ampurdanés.

Rambo también es culé, de manera que no faltaron la barretina (sombrero típico catalán) ni la camiseta del Barcelona FC para celebrar el TRI-CAMPEONATO de la Liga, la Copa y la Champions la temporada 2008-2009. Otro dato: estadísticamente tocó medio litro de cocktail por asistente. Así no me resultó complicado hacer fotos como ésta (aunque tuve que hacer maravillas para evitar que se mojara la cámara):

lunes, 13 de julio de 2009

NATIONAL GEOGRAPHIC TRAVELER

Durante mis primeros años como colaborador de National Geographic trabajé sobretodo para “Traveler”, la revista de viajes de la Sociedad. Gracias a ella visité Serbia, Austria, Italia, las Islas Griegas, Lisboa, Francia y, por descontado, diferentes emplazamientos de la geografía española.

Mi primer encargo fue, precisamente, Madrid. Una historia a caballo entre el museo del Prado y el hotel Ritz. Linda Meyerriecks, mi editora gráfica, era la encargada de enviarme los carretes, algún texto (cuando estaba listo) o, a veces, algunas pequeñas ideas generales. El avión y el hotel solía anticiparlos yo mismo, y pasar el montante con el resto de los gastos generados durante el encargo. También se podía contactar con la agencia de viajes del Geographic en Washington y dejar que se encargara de todo. En mi caso prefería organizar mis desplazamientos dado que, con frecuencia, sobre la marcha te suele tocar cambiar de planes, según cómo evoluciona el reportaje.

Los editores –y en el Geographic no son una excepción- valoran que el fotógrafo les libere de problemas ajenos a la selección de las imágenes, lo que a la postre es su trabajo. Esa autonomía es un valor añadido cuando eligen un fotógrafo. Lo ideal es que, confirmado el encargo, el siguiente mensaje que recibe un editor gráfico sea concretar la fecha y el modo de entrega de las imágenes. Por eso no todo el mundo está preparado para moverse con soltura y, a menudo, sin compañía, por regiones remotas. Eso no se aprende en las escuelas de fotografía.

Mi reportaje en Grecia, por ejemplo, fue durísimo. Tuve que fotografiar seis islas en nueve días, a finales de octubre. Estaban vacías y fue muy difícil obtener imágenes de acción. Aparte el inconveniente de que, fuera de temporada, no había líneas regulares de barco. En avión, cualquier vuelo a una isla salía forzosamente por Atenas.

Los horarios fueron de locura. A menudo aterrizaba en la capital de Grecia pasada la medianoche y mi conexión con la siguiente isla era a las cuatro o las cinco de la madrugada, de manera que no había tiempo para buscar y desplazarse a un hotel. Dormí muchas noches en los bancos del aeropuerto de Atenas e incluso hubo una incipiente amistad con los encargados de la seguridad. Al final hasta me permitieron no pasar la película por el escáner.

Otro problema en este reportaje fue resolverlo. Cuando por fin llegaba a una isla (algunas grandes como Corfú, Rodas, Santorini o Chios) disponía de día y medio para alquilar un coche, recorrerlas, localizar los lugares más adecuados y gestionar un billete de avión o barco para llegar a la siguiente. En Rodas el capitán no decidió hasta el último minuto si zarpaba. A mi pregunta de cuándo, la respuesta fue: “Quizás en una hora, un día o una semana. Depende del tiempo”.

En otros casos, como en Patmos, me tuve que presentar a las dos de la mañana al puerto, maleta en mano, y esperar que apareciera, a la hora que fuera, un barco… ¡Y rezar para que se dirigiera a Atenas!. Ignoro la razón pero, hasta que el navío no estaba anclado, no se podían adquirir los billetes en las taquillas del puerto.

En Umbría (Italia) hice una historia sobre la vida de una familia rica que había alquilado una mansión de lujo en la zona (ver el enlace). El reportaje incluía varias fotografías sobre la región. Como decidieron que fuera el tema de cubierta, pero no había ninguna imagen adecuada para ello, el mes de noviembre me enviaron a tomar una sola fotografía: la portada.

Durante tres días visité de cabo a rabo la región, buscando una villa adecuada y pendiente que se disipara la niebla que cubrió todo el tiempo la zona. Al final localicé por internet una casa adecuada y, aprovechando que los primeros rayos del sol levantaron ligeramente la niebla, conseguí una imagen con suficiente “aire” (espacios neutros) para que los diseñadores pudieran insertar el título de la publicación y reseñar otros reportajes más interesantes. El milagro que nos salva la papeleta a los fotógrafos, una vez más, funcionó.

En mi trabajo, el arte no es tomar fotos, sino superar los impedimentos que debes resolver en solitario y conseguir estar en el lugar adecuado, en el momento preciso. Es lo complicado de esta profesión. Y tampoco se aprende en los libros.

martes, 23 de junio de 2009

EL PRECIO DE LA FAMA

Mi buen y erudito amigo Francesc Vera, en su impagable blog “Cistella de llum” comenta mi anécdota con Indurain. Por alusiones, y puesto que aquí se explican pequeñas historias de fotografías y encargos que no aparecen en mi web, valdría la pena ampliar los detalles.

Miguel Indurain estaba a punto de iniciar su quinto Tour de France. Tres semanas antes de la gran prueba se celebró la Vuelta a Asturias. Pepe Baeza, el director gráfico de El Magazine, me llamó un buen día y me encargó que siguiera a Indurain durante un par de etapas (no había tiempo para más) y que enseguida le enviara las diapositivas para que el artículo saliera publicado justo el domingo que empezaba el Tour.

-“¿Te he oído bien, Pepe? ¡ si no soy un especialista en deportes!– le comenté, por decir algo, a pesar que tenía la convicción que Pepe no había marcado inconscientemente mi número de teléfono.

-“Lo que sucede es que, con toda probabilidad, los otros dominicales publicarán imágenes deportivas de Miguel Indurain, y yo quiero una mirada diferente” – contestó.

Una vez en Oviedo me convertí en la sombra del gran ciclista, salvando como pude las limitaciones impuestas a la prensa (habían cientos de periodistas). Como fuera que en la primera etapa entró vencedor a la meta ganó todos los premios. Creo recordar que fueron cinco copas.

Claro que, por eso de la foto, no se las entregaron todas de golpe. Le dieron una, por ejemplo, la del premio de la montaña. Él la levantaba. Los fotógrafos hacíamos la obligada foto e Indurain volvía a un extremo del estrado a esperar el siguiente trofeo. Y el proceso se repetiría cinco veces.

Tras tomar junto a mis colegas la consabida y nada original imagen del ciclista con los brazos en alto me dí cuenta que una foto tópica no era lo que "El Magazine" esperaba de mí. Me aparte del "pelotón"… y fue entonces cuando percibí algo diferente: una apasionada quinceañera había sorteado los controles de seguridad y trataba de comérselo a besos cada vez que el ciclista volvía al rincón.

A todo eso, estábamos ya en la antepenúltima entrega. Fotografié la situación, aprovechando que los dos protagonistas tenían palabras un poco antagónicas entre ellos y no estaban por nadie; pero por desgracia la escena tenía lugar bajo un riguroso contraluz. Cargué el flash y me lo jugué todo a una última baza: la quinta copa. Y esa fue la historia que El Magazine publicó. Una foto en cada página y, la última, no fue precisamente el pentacampeón quien la cerró. La apasionada quinceañera tuvo su momento de gloria y me proporcionó una mirada diferente sobre un ídolo deportivo. A menudo conviene observar las situaciones libre de tópicos.